Ante el asesinato del candidato presencial Fernando Villavicencio (Ecuador)

El problema no es puntual, el problema es el sistema

 

Por Andrés Vicente Cano Sotomayor

República de Ecuador

 

Acaba de acontecer el asesinato de Fernando Villavicencio, en un estado de incertidumbre y convulsión casi sin precedentes en la historia de nuestra Patria. Observamos con mucho pesar y sentimos las más debidas condolencias a familiares y amigos del candidato caído, asesinado por las mafias políticas y criminales que quieren tomar por asalto a la Patria. Rogamos porque el Señor tenga misericordia de su alma. Pero es necesario comprender qué originó este fatal incidente y plantearnos seriamente la génesis de los problemas que nos agobian como Nación.

Para empezar, sufrimos un estado de desorden y división que Villavicencio denunció tan valientemente, por lo que recordamos las palabras de José Antonio Primo de Rivera sobre la situación de la España de su tiempo: «División engendrada por la lucha de clases, división engendrada por los partidos políticos y división engendrada por los separatismos locales». Cada día vislumbramos como la partidocracia disgrega y enemista a los ecuatorianos en base de discursos populistas y demagógicos, generando discordias con propósitos electorales, mientras ellos se reparten tras bambalinas el poder.

En cierta manera, Fernando observó aquello y procuró superar este falso discurso. También observamos en el Ecuador de hoy la lucha de clases que José Antonio anotó: tal lucha se encuentra personalizada en el resentimiento inyectado por el correísmo en las clases obreras contra los llamados “pelucones” y por el clasismo malsano de las oligarquías ecuatorianas. Con respecto al separatismo, si bien no tenemos movimientos separatistas organizados, sí encontramos alguna que otra semejanza en el indigenismo plurinacional, que busca como finalidad última la balcanización cultural de la Patria. Villavicencio vio gran parte de estos problemas procurando entregar un mensaje superador de gran parte de ellos.

Lo que Villavicencio no vio fue que el mismo sistema que defendía era el que generaba estas problemáticas. Como decía Maurras: «No es que la democracia esté enferma, sino que la enfermedad es la democracia». Y es ese mismo sistema, el que permitió su asesinato por la omisión de las fuerzas públicas, al no procurarle una seguridad más reforzada y un vehículo blindado para sus traslados. Lo mismo con la ineptitud de nuestro gobierno para enfrentar la crisis social que enfrentamos los ecuatorianos por la delincuencia exacerbada.

Debemos desechar este sistema inútil y asesino. Por lo tanto, es necesario comprender la urgente necesidad de trascender la democracia y volver a una concepción verdaderamente tradicional y católica del Estado, para que se cumplan las palabras de Antonio de Oliveira Salazar (caudillo de Portugal): «El Estado es el ministerio de Dios sobre la tierra para garantizar el Bien Común». La memoria de Fernando y de todos los inocentes caídos lo requieren. Hay que restituir la moral nacional y elevar los esfuerzos nacionales por una Causa plausible y certera, que permita combatir efectivamente a los criminales que desean aterrorizar al pueblo y destruir la Patria. Y esa Causa es la que Don Juan Manuel de Rosas (llamado «El Restaurador de las Leyes» en la Argentina) ofreció a los bonaerenses en su discurso de posesión en la Gobernación de Buenos Aires: «La Causa que vamos a defender es la causa de la Religión, de la Justicia, de la Humanidad y del Orden Público. Es la Causa recomendada por el Todopoderoso».

El régimen que le suceda al actual deberá poseer una autoridad firme y celosa, que castigue con dureza la anarquía y el crimen y devuelva el Orden a la Patria lastimada por sus efectos perniciosos. Ese gobierno cumplirá la premisa capital de nuestro Magno Caudillo Don Gabriel García Moreno: «Libertad para todo y para todos, menos para el Mal y los Malhechores», garantizando la seguridad de los buenos y el castigo a los malos.

Para finalizar, es necesario rezar y reparar, ya que nuestra lucha es por Dios y por la Patria. Estamos llamados a levantar aquel estandarte públicamente, defendiendo la Cristiandad y la Fe de nuestro pueblo, hoy múltiples veces defenestradas por enemigos internos y externos. ¡Nos tocan épocas donde deberemos ser lacónicos y militantes para restaurar la Patria según los designios de Nuestra Señora de El Buen Suceso! El recuerdo de Fernando Villavicencio permanecerá en los que amamos a la Patria y anhelamos paz y seguridad.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.