Sí, sí, no, no – A propósito de la negativa del gobierno británico al ingreso de la imagen de la Virgen de Luján en Malvinas

Por el Prof. Jorge Martín Flores

 

La Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas partió el pasado miércoles 4 de diciembre, desde el aeropuerto de Ezeiza hacia nuestras Islas, a visitar y rendir el debido homenaje a nuestros héroes. Al mismo tiempo, llevaron consigo la imágen de la Santísima Virgen de Luján, que había acompañado las jornadas heroicas de nuestros guerreros en 1982, para entronizarla en el Cementerio de Darwin, al lado de nuestros caídos en combate. Las autoridades de respectivos gobiernos estaban notificadas y habían aprobado la gestión.

Sin embargo, antes de partir del aeropuerto de Ezeiza, se recibió una orden de las autoridades británicas impidiendo el paso de la Virgen, que lleva en su manto los colores de la bandera nacional, porque entronizarla sería considerado un acto de reafirmación de nuestra soberanía en el Atlántico Sur.

Cabe destacar que el termino “soberanía” es una palabra prohibida en cualquiera tipo de diálogo y negociación con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, por los acuerdos bilaterales de Madrid I y II y Londres, firmados entre 1989 y 1990, y es reemplazada por un paraguas que nada resuelve, dejando abierto el conflicto como una herida que continúa sangrando, pues “la hermanita perdida” continua en manos de los viles usurpadores y por lo tanto la Patria sigue incompleta corporal y espiritualmente.

Estamos completamente convencidos, y lo hemos manifestado en varias ocasiones, que detrás de todo acto político anida una cuestión teológica, siguiendo el apotegma de Juan Donoso Cortes. Por ello, no le demos tanta vuelta al asunto: Los ingleses además de piratas y ladrones, son herejes y como tales, odian y le temen a la Verdadera Reina de las Islas Malvinas: la Santísima Virgen María, a quien fueron consagradas y bajo cuyo manto se ha cobijado nuestra legítima gesta de restauración.

Ya lo dijo un historiador británico Nick Van Der Bijl, en su obra Nueve batallas por Malvinas  (prologada ni más ni menos que por el Veterano de Guerra de Malvinas británico Brigadier Julian Thomson, quien se desempeñó en 1982 como jefe de los paracaidistas británicos y  tras la guerra escribió un libro titulado “No Picnic”, destacando las dificultades con que se enfrentaron los británicos, ponderando el coraje y la bravura de nuestros combatientes y sentenciando que ésto no fue un picnic). Afirma Van Der Bijl que el pueblo argentino en armas durante el conflicto del Atlántico Sur de 1982, luchó “para proteger -no sólo sus fronteras- sino también su forma de vida cultural, espiritual, política y nacional, el corazón y el alma de la Nación”. (VAN DER BIJL, Nick. Nueve batallas por Malvinas, Buenos Aires, editado por Alejandro José Amandolara Bourdette, 2016. p. 65). Eso es lo que está en juego con la Cuestión Malvinas: ni más ni menos que el ser nacional. Por ende, el problema de fondo es espiritual, es metafísico, es teológico.

En tiempos de confusión, de entrega, de hipocresías, de enfriamiento de la caridad y de apostasía flagrante, y ante el presente silencio de autoridades políticas y religiosas, este humilde laico propone algo que tal vez sea políticamente incorrecto, pero como decían los santos apóstoles: “Es deber obedecer a Dios y no a los hombres”.

Propongo un acto de reparación al respecto.

En primer lugar, por respeto y amor a nuestra Señora la Santísima Virgen, ya que al ofender la dignidad de la Augusta Madre de Dios (máxime en tiempos de Adviento y en el mes de María) se ofende necesariamente al Hijo, es decir, a Nuestro Señor Jesucristo.

En segundo lugar, por respeto y amor a la memoria y el legado de nuestros caídos en combate por defensa de la dignidad de nuestra Patria.

Y en tercer lugar por respeto y amor de los familiares de caídos en combate y a todas aquellas personas que los acompañanan en la honrosa tarea e inclaudicable lucha de mantener en alto el ejemplo y nombre de sus hijos, hermanos, esposos, padres, amigos, y que abhelaban con todo su corazón que la Virgen Veterana, que Virgen Malvinera se quedara con ellos para siempre.

¿En qué consiste este acto de reparación? Simplemente en volver a repetir cada uno desde el templo de sus corazones, hogares o iglesias, la oración de consagración realizada por el padre Roque Manuel Puyelli, un 11 de abril de 1982 en las Islas Malvinas recién recuperadas; al mismo tiempo que ponemos bajo sus pies, la renovación de nuestra misión y apostolado de malvinizar cada rincón de la Patria, con la convicción de que al final, su Inmaculado Corazón, triunfará.

 

ACTO DE REPARACIÓN Y CONSAGRACIÓN A LA SANTISIMA VIRGEN MARÍA, REINA Y SEÑORA DE MALVINAS:

“Omnipotente Señor de las batallas que con su poder y providencia eres el Rey de Reyes de los cielos, la tierra y el mar: porque nos ordenaste honrar al padre y a la madre en el cobijo de la Patria terrena. Porque nos enseñaste a dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Porque nos aseguraste que no estar contigo es estar contra Ti. Porque nos aconsejaste buscar primero el reino de Dios y su justicia. Porque caíste en la tierra como semilla para morir y dar con ello abundante fruto. Porque nos diste una Patria Grande que va desde la Quiaca a la Antártida y desde la Cordillera al Atlántico, donde nuestras son las islas que hoy huellan con orgullo nuestros pies de argentinos bien nacidos. Y porque nuestras madres nos parieron varones y valientes, por eso estamos aquí, porque no amamos tanto la vida que temamos a la muerte y porque si morimos en tu gracia resucitaremos contigo para la vida eterna.

Es por eso que […] nos consagramos al Corazón Inmaculado de tu Madre la Virgen María bajo la advocación de Virgen del Rosario, en cuyo nombre fuera designado este operativo y en recordación de la otra gesta heroica de Liniers y la victoriosa batalla de Lepanto.

Reina y Madre de la Nación Argentina: De hoy en más depositamos en tus manos nuestros cuerpos y nuestras almas nuestra juventud y nuestra garra criolla, nuestra vida y nuestra muerte, para que dispongas de ellas lo que mejor convenga. Te consagramos también desde hoy estas Islas Malvinas argentinas pidiéndote que alejes para siempre todo signo de pecado, de error y de herejía aquí existente. Queremos que –como en el continente– seas honrada con la devoción que más te agrada: el Santo Rosario, porque solamente así mostraremos al mundo que somos una nación invencible. Finalmente, a partir de este momento te reconocemos como Comandante en Jefe Espiritual de nuestros hombres en tierra, mar y aire, y desde lo profundo de nuestro corazón de argentinos damos respuesta a la voz que nos dice:

A la Virgen del Rosario ¡¡Subordinación y Valor!! ¡¡Para servir a Dios y la Patria!!”.

 

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