Reportaje a Antonio Caponnetto sobre Francisco y su Pontificado
El que hace las preguntas es Martín Barillas (EEUU).
Extraído de aquí (en inglés).
¿Cuál fue su huella como presbítero y obispo cuando aún vivía en la Argentina?
Su huella como presbítero y obispo, mirada ahora retrospectivamente, fue un preanuncio en pequeñas y medianas dosis de lo que sería su funestísimo desempeño en Roma. Era un hombre elíptico, sinuoso, ambivalente, pendular. A cada quien le decía lo que él sabía que ese otro quería escuchar. Romano Amerio usa la expresión “bustrofedismo” para referirse al zigzagueo propio de los modernistas. Así era él. En términos impropiamente humanos –de los que me valgo sólo para ser didáctico y breve- se diría que pasaba de “la derecha” a “la izquierda” según su interlocutor. Por lo que se hacía merecedor de la diatriba del Quijote a Sancho: “en esto se nota que eres villano, en que eres capaz de gritar <¡viva quien vence!>”. Eso sí, a medida que conquistaba poder (y era este uno de sus apetitos desordenados), el péndulo fue cesando para estabilizarse en el más espantoso sitio: la opción preferencial por los enemigos de la Iglesia.
¿Cuál es el parecer de sus connacionales de su persona y su figura como hombre de religión?
Los connacionales se pueden dividir en varias clases.
Están los papólatras, personajes ridículos y miopes, que con tal de mantener una presunta “comunión con el Papado”, se muestran dispuestos a aprobar y cohonestar cualquier dislate; y todavía ir más lejos en sus graves heterodoxias. Los obispos pertenecen a esta especie, y cierto laicado imbécil que los sigue encandilados.
Están los que lo atacan por malos motivos. El actual gobierno, por ejemplo, y aún antes de serlo, que no soporta la idea de una justicia distributiva o de la función social de la propiedad privada o el mantenimiento del bien común, o el rechazo de la usura.
Están asimismo quienes lo defienden por la obra de demolición integral que ha llevado a cabo; esto es, por su vejamen constante de la lex credendi, de la lex orandi y de la lex vivendi. Los peores enemigos del Catolicismo –judíos, masones, ateos, marxistas- no han cesado de aplaudir sus constantes y furibundos ataques a la Verdad. No ha habido Papa –o lo que fuere- que haya sido más dócil y solícito a las perversiones del mundo.
¿Cuál es el saldo de su ministerio?
Pésimo, ruinoso, escandalizante. Atacó a la Verdad por las cuatro terribles vías posibles, que señalaba el padre Leonardo Castellani: por error, ignorancia, confusión y mentira. Y debería sumársele una quinta: por malicia, por odium Fidei, por odium Christi.
No intentaré ahora un balance de su larga década ocupando la silla petrina. Escribí cuatro libros y decenas de artículos, antes y durante su gestión. Todos con mi nombre y apellido. No soy dado a jugar a las escondidas con pseudónimos. Pero respetuosa y responsablemente, pesando y pensando las palabras, estoy en condiciones de decir que su obra ha sido destructiva y demoledora, corrosiva y vandálica.
Sobran y se multiplican los ejemplos, mas sólo mencionaremos dos. Su homilía en el Angelus del domingo 7 de junio de 2016, Festividad de Corpus Christi, negando implícitamente el dogma de la transubstanciación. Y su elección de un pornógrafo defensor y bendecidor de la contranatura, como el Cardenal Víctor Manuel Fernández, a cargo del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Se cumplió en Bergoglio la tragedia que expresara Chesterton: si se quita el Orden Sobrenatural, no queda el Orden Natural. Queda nada.
Si lo comparamos con otros, ¿en qué sentido fue diferente el papado de Francisco?
Creo que lo antedicho puede servir de respuesta. Pero se me ocurre una distinción didáctica, también por aquello de brevitatis causae. Los Papas posteriores al Concilio (para poner algún hito demarcador y no aspirar a abarcarlo todo) permitían mantener la hermenéutica de la continuidad, aún tolerando y propiciando la hermenéutica de la ruptura. Con Bergoglio, y por expresa decisión de él, esta posibilidad desaparece y hasta es castigada y perseguida. Él quería una “iglesia” que no sea católica, apostólica y romana sino sinodal, sincretista, irenista y apostática. Una iglesia que transite del Iscariotismo a la apostasía. La “Iglesia de Judas”, como la llamó Bernardo Fay. Una iglesia en la que se pueda sentir cómodo el Anticristo. Omito comparaciones con períodos pontificios anteriores al Concilio, simplemente, como ya dije, por ser sintético. Pero si hiciéramos tal comparación, el balance sería mucho más trágico.
¿En qué sentido quería Él que ‘hagan lío’?
Es una expresión popular argentina, que le dirigió a los jóvenes en una Semana de la Juventud en Brasil. Y lo define en todo su perfil plebeyo. Porque es una expresión muchachista, como advertía Genta. Transida de demagogia, complicidad con el caos, incitación a la rebeldía vacua, contemporización con la subversión, abajamiento de conducta y de estilo. Lo decía también Chesterton: lo verdaderamente <revolucionario> es el Orden. Revolucionario quiere decir aquí: regreso al Principio. Bergoglio quiso practicar una vez más el populismo dialéctico con esos pobres muchachos; pero la farsa tuvo un alto costo. Y además devino en una paradoja. Son muchísimos hoy los jóvenes que no quieren hacer lío sino apartarse de él y volver a las fuentes de la Tradición. Baste observar las cabalgatas y procesiones que se hacen bajo la advocación mariana de Nuestra Señora de la Cristiandad. Es sólo un ejemplo.
¿Cuál sería la figura de Francisco en la historia?
Carezco de los elementos suficientes para una mirada prospectiva; es decir, para establecer de cara al porvenir, cuál sería un recto balance histórico, pasado o retrospectivo. No sin fundamentos, algunos han visto en su figura a “la fiera de la tierra” de la que habla el Apocalipsis; una especie de “propedeuta” del Anticristo. Otros, la figura del falso pastor anunciado por los profetas veterotestamentarios. Otros creen que estos “cargos” le quedan grandes, y que se trata simplemente de un pésimo y olvidable ejemplo. De una pesadilla monstruosa. Una especie de pintura goyesca: el sueño de la razón produce monstruos. Si la historia se rige por aquellas dos leyes que recordara León XIII citando a Cicerón: “no atreverse a mentir” y “no temer decir la verdad”, pues entonces tendrá que hacer un juicio conclusivo alta y hondamente condenatorio de Jorge Mario Bergoglio. Ahora recemos intensamente y tengamos esperanza sobrenatural.
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Muchas gracias, Juan, por este reportaje al Dr. Caponnetto, en momentos de tanto “empalague” y tanta “conversión Franciscana”. Tanto se escucha “La vara quedó muy alta”… Dios ilumine a los cardenales que votarán, y le hagan caso.